miércoles, 8 de junio de 2011

Para descifrar el mundo nuevo, texto de Carlos Pérez Llana en Clarín



           Una buena política exterior requiere, entre otras cosas, la actualización permanente de la cartografía política global y regional. Ese insumo es básico. Por esa razón, los países que razonan estratégicamente consagran sus mejores recursos humanos a esa tarea que permite armonizar necesidades internas y posibilidades externas.

          Una mirada realista, es decir no ideológica, convoca a identificar los peligros y las oportunidades observables en dos espacios: el vinculado a la desarticulación geopolítica mundial y el que se está reestructurando en la región.

             La crisis económica global modificó la agenda internacional. En el 2008 el futuro se adelantó: Asia y los llamados países emergentes ejercen el protagonismo por peso propio y por el default occidental. Ahora bien, esa mutación de la estructura de poder no generó, al menos todavía, una nueva gobernabilidad. Un ejemplo: para elegir al Director del FMI probablemente Europa logre imponer su candidato, con el interesado apoyo norteamericano a cambio del voto europeo para consagrar en el 2012 al Presidente del Banco Mundial. En esa pulseada lo viejo compite con lo nuevo: hoy Europa es el cliente más importante del Fondo que financia el salvataje de los países euromediterráneos. Simultáneamente los emergentes, particularmente los BRICS, entre otras razones no logran imponer un candidato porque entre ellos existen celos . ¿Acaso China impulsaría a un indio en el FMI cuando no sostiene las ambiciones de Nueva Delhi de ingresar al Consejo de Seguridad? En síntesis, en el mundo hay más desorden que orden.

             El G-20 escasamente aporta a la gobernabilidad, es un G-Cero-según Nouriel Roubini- y el G-8, que acaba de reunirse en Francia, agrupa a países endeudados. Sólo Canadá y Rusia pueden desentenderse de los acreedores. 
En lo que hace al “vecindario”, Argentina debe tomar nota de algunas novedades. La más importante está asociada al Brasil.

          La “paciencia estratégica” de Lula para con Argentina no parece inspirar al gobierno de Dilma Rousseff. La nueva administración debe lidiar con una moneda sobrevaluada, defender el empleo y estar atenta a los mensajes de la burguesía industrial paulista, que alerta acerca de los peligros que supone la industria china que invade con sus productos el mercado brasileño.

            Por razones de empleo, Brasil no puede tolerar la primarización de su aparato productivo. Junto a esta nueva circunstancia también asoma la pérdida de competitividad argentina. El final estaba cantado, la crisis comercial explotó en el sector automotor y muchos se interrogan legítimamente acerca de la capacidad argentina de equilibrar las asimetrías que día a día nos distancian de un Brasil que juega en las grandes ligas: discute en el seno de los BRICS y tercia en la “interna del FMI”. Nuestro vecino, más seguro y asertivo, no parece dispuesto a conciliar intereses en beneficio de una alianza que para algunos sectores habría dejado de ser estratégica. Sólo en un escenario de reajuste de metas y objetivos, que Argentina en algún momento deberá plantear, el Mercosur volverá a ser percibido en Brasilia como un activo multiplicador de poder en el mundo globalizado.

             Otra novedad insoslayable refiere a la creación, en el pasado mes de abril, del Acuerdo del Pacífico, un área de “integración profunda” que incluye a Perú, Chile, Colombia, México y Panamá, como país “observador”.
El nuevo esquema de integración amerita varias lecturas.

           La primera refiere a los modelos económicos . Chile, Perú y Colombia son las economías más abiertas de la región, que han firmado una gran cantidad de Acuerdos de Libre Comercio, entre sí y con el mundo. Por esa razón una de las prioridades del Acuerdo consiste en la homologación interna de esta red de tratados y cuando Panamá también los suscriba se convertirá en miembro pleno. Otro dato destacado es el retorno de México, en su momento marginado desde Sudamérica . De esta forma, países que no se sienten contenidos en el Mercosur, que privilegian los vínculos con los mercados asiáticos y que se desviven por captar inversiones, decidieron encarar una nueva fórmula de integración cuyo primer capítulo es el compromiso de integrar las Bolsas de Santiago, Lima y Bogotá, generando la segunda capitalización bursátil de la región Concluyendo, si ignoramos el significado de estas nuevas realidades probablemente se consolidarán el aislamiento y la devaluación estratégica internacional de nuestro país.

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