La semana pasada, cuándo terminábamos la columna en la cual tratamos el tema relacionado a la controversia en torno a Irán y cómo este tema se cuela en la agenda doméstica estadounidense -en marco de las elecciones- en virtud de la visita del Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu a Barack Obama, finalizábamos diciendo que el día de hoy íbamos a tener en cuenta una serie de cuestiones.
En lo que se refiere al panorama regional y las consecuencias de un conflicto armado, ya lo hemos analizado anteriormente. El que más interés suscita es el relacionado al papel que puede llegar a interpretar nuestro país en marco de esta controversia. Algunos se preguntarán qué nexo puede existir entre la Argentina y un país que se encuentra en una región tan alejada. En Medio Oriente, como lo hemos contextualizado, se produce una lucha de poder entre Israel y los demás Estados, con los cuales mantiene diferencias políticas, culturales y de criterio. Israel es un Estado que, en virtud de la Resolución 181 de la AGNU , fue creado para alojar a la comunidad judía, quienes venían reclamando dicho derecho de manera formal desde hacía cincuenta años. El problema es que la partición del territorio conocido como Palestina se encontraba ocupado, lo cual dio origen al conflicto árabe-israelí. Pero lo que queremos dejar asentado en esta breve y simplificada reseña, es que Israel representa a la comunidad judía.
Así llegamos al dato que marca el nexo de la Argentina con la controversia: la población judía en la Argentina es la más grande de América Latina y la sexta más grande del mundo fuera de Israel. Al año 2006 se calculaba una población de alrededor de 184 mil 500 judíos según algunas estimaciones -otras, basadas en un informe del JOINT (o JDC: Jewish Joint Distribution Committee, comisión judía de distribución conjunta) estimaba en el año 2005 a 233 mil judíos en Buenos Aires y alrededores-. Este dato toma aún más importancia cuando repasamos la historia reciente de nuestro país. Justamente, el día de mañana se conmemora los veinte años del atentado a la Embajada Israelí en nuestro país – desapareciendo literalmente la sede diplomática, el convento, el geriátrico y la iglesia-, el cual se cobró 29 vidas y 242 heridos, y siendo hasta ese momento el hecho más brutal contra civiles desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Dos años después, más precisamente el 18 de julio de 1994, se perpetró un nuevo ataque terrorista en este caso a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) de Buenos Aires, con un saldo de 85 personas muertas y 300 heridas –siendo de esta forma el peor atentado en la historia de nuestro país-. La hipótesis que se sostiene es que la Argentina fue elegida como blanco del ataque tras la decisión del gobierno de suspender un acuerdo de transferencia de tecnología nuclear a Irán. Desde entonces, el gobierno argentino ha requerido a Irán la extradición de sus ciudadanos acusados por el ataque para ser juzgados por un tribunal argentino o extranjero, pero Irán se ha negado a acatar el fallo de la justicia argentina.

Sin embargo, estoy de acuerdo con el Lic. Paulo Botta, quien dice: “Desde mi punto de vista las relaciones entre Argentina e Irán no son estrictamente bilaterales, sino que forman parte de un triángulo donde Argentina mira constantemente a Estados Unidos y, en función de lo que quiere Argentina con Estados Unidos (el principal eje de inserción internacional del país), se acerca o se aleja de Irán”[1]. Argentina tendrá una política reactiva en este caso, en la cual deberá estar atenta tanto a lo que establezca EEUU como a lo que dicte Israel, quien como hemos advertido, a través de su grupo de presión influye en las decisiones del ejecutivo norteamericano.
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