El caso griego y la crisis en torno al euro, no hacen más que confirmar que el tema central en marco de la agenda internacional es la crisis económica a nivel mundial. Esto abre una serie de interrogantes en torno al país helénico, que pretenderemos contestar a lo largo del análisis. De esta forma comprenderemos cómo se originó la crisis, cuál ha sido el proceso, cuáles han sido las consecuencias para Grecia como para Europa y qué medidas se espera se tomen en el corto plazo.
El origen de la crisis griega se puede explicar en base a dos causas. En primer lugar, la deuda privada, derivada del ingreso de Grecia a la Eurozona en el 2001 y la crisis económica a nivel mundial del año 2007, cuando en los EEUU se comenzaron a observar ciertos signos de dificultades. En ése momento la Reserva Federal comenzó a conceder préstamos que recayeron en bancos de países como Portugal, Irlanda, Grecia y España a tasas artificialmente bajas. Justamente estos países son los denominados PIG´s -o “cerdos”-, palabra que forman tomando la primera letra de su nombre en inglés, por la situación económica en la que se encuentran.
En segundo lugar, la deuda pública, la cual se explica por la herencia recibida de la Dictadura de los Coroneles que terminó en 1974, los préstamos que permitieron la compra de material militar –préstamos otorgados principalmente por Francia, Alemania y los EEUU- y la organización de los Juegos Olímpicos del año 2004. Entonces la deuda helena comenzó a ser cada vez mayor, lo cual llamó la atención hacia comienzos del año 2010. ¿Por qué semejante deuda? Para financiar el gran gasto público que posee este país, el cual representa el 50% de su PBI. La situación empeoró cuando se descubrió que las gestiones anteriores habían ocultado los verdaderos datos macroeconómicos, información que fue develada por la gestión de Papandreu.
En números, la deuda griega alcanzó los 326 mil millones de euros a fines del 2010. El 12% está en manos del FMI y la UE, el 14% lo poseen los bancos griegos, un 15% está en los balances de bancos extranjeros, otro 15% lo tienen empresas helenas no financieras, mientras que el 44% restante está en manos de extranjeros, incluido el 12% que posee el BCE. En cuanto la exposición bancaria a la deuda griega, las entidades francesas acumulan 59 mil 400 millones de euros en estos títulos, los bancos alemanes, 40 mil 300 millones, los británicos, 12 mil 100 millones y las entidades portuguesas, 10 mil 700 millones.
El por qué de este ocultamiento se basa en que un Estado para ser parte de la Eurozona –la cual, en la actualidad, se encuentra integrada por 17 de los 27 países miembros de la Unión Europea-, debe cumplir con cuatro requisitos fundamentales en virtud del Pacto de la Estabilidad y de Crecimiento: estabilidad de precios –una inflación anual no mayor a 2,7%-, tipo de interés alrededor del 7,8%, déficit de un 3% anual y una deuda pública que no fuera superior al 60 % del PBI. Justamente, estos dos últimos puntos son los que más comprometidos tiene Grecia, ya que durante las dos gestiones de Karamanlís los datos señalaban que el déficit era de un 3,7 % cuando en realidad era de un 12,7% y la deuda pública ascendía a un 127%.
La pregunta es, ¿cómo pudieron llevar a cabo semejante ocultamiento? La respuesta se encuentra en que utilizaron “derivados complejos”, dicho de otra forma, emitían deuda en una divisa diferente al euro lo cual no es obligatorio reportar a Bruselas, por lo que creció sin ser advertida. Cuando se supo la verdad, los mercados perdieron la confianza en la economía griega, la bolsa y la calificación de su deuda comenzaron a declinar, la tasa de desempleo alcanzó el 15% y sus bonos pasaron a ser denominados “basura” – de alto riesgo-. Para lograr mayor recaudación, se acordaron medidas como la disminución salarial de los funcionarios públicos en un 10%, un recorte del 30% del salario navideño, el aumento de la edad de jubilación desde los 61 a los 63 años, aumento del IVA como el impuesto de hidrocarburos, el tabaco y del alcohol. La consecuencia fue que los individuos salieron a manifestarse en las calles, por considerar excesivas las medidas adoptadas.
El proceso que se inició con la deuda, continuó en abril del año pasado cuando Papandreu solicitó un préstamo ante la imposibilidad de sostener la deuda pública. El problema se deriva en que no existe en marco de la Unión Europea una cláusula que permita rescatar a otro Estado miembro, ya que de ésa forma se estaría actuando de manera contraria a lo que se pretende a través del Pacto: se estaría premiando la creciente deuda pública. Alemania era especialmente reticente a desembolsar la ayuda, porque le tocaría contribuir con la mayor parte y así lo manifestaba su opinión pública. Francia se mostraba más receptiva.
Finalmente llegaron a un acuerdo, y así Grecia se conformó en el primer país europeo en ser rescatado como consecuencia de la crisis financiera internacional, recibiendo un préstamo de 110 mil millones de euros. Este paquete, otorgado de manera conjunta por la Unión Europea -80 mil millones- y el FMI -30 mil millones- , acarreaba tres condiciones: se repartiría en un período de tres años, se reduciría drásticamente el gasto público y aumentaría los ingresos fiscales. Por lo tanto a las medidas ya adoptadas, se le unió un nuevo plan de ajuste por valor de 23 mil millones de euros y un plan de privatizaciones de 50 mil millones de euros adicionales. El objetivo: alcanzar un déficit de un 3% para el 2012, algo que se vislumbra complejo.
El temor que giraba alrededor de esta crisis era el efecto contagio a otras economías débiles de la zona –los PIG´s-, lo cual finalmente se produjo. Entonces ante la desconfianza del mercado, las tasas de interés subieron y el financiamiento se encareció. ¿De donde proviene ese financiamiento? De las economías domésticas alemanas y francesas, las cuales ante un incremento de la tasa de interés tienen el incentivo a depositar sus ahorros en los bancos que se encuentran en sus Estados, sacrificando el consumo actual por un mayor retorno en el futuro. Por lo que si Grecia entrara en cesación de pagos, los afectados serían estos accionistas.
Una serie de datos económicos llevaron a especular con esta probabilidad, entre los cuales podemos nombrar que el déficit público de Grecia para este año alcanzará el 9,5% del PIB -dos puntos por encima de lo comprometido-, y a pesar de que el crecimiento económico del PIB griego fue del 0,8% en el primer trimestre de 2011, por encima del 0,1% previsto por la Comisión Europea, el aumento del déficit público disparará la deuda pública griega de 2012 hasta el 166% del PIB. Entonces en septiembre se aprobó un segundo rescate de 160 mil millones de euros, basado en una serie de nuevos ajustes. Entre ellos se cuentan el aumento del impuesto a la propiedad inmobiliaria (de 0,50€ a 16€ por metro cuadrado), la reducción de los salarios públicos en un 15%, los jubilados menores de 55 años perderán un 40% del importe de sus pensiones y 30 mil funcionarios serán mandados a una “reserva” previa al despido o la jubilación –se sumarán a los 200 mil funcionarios que ya han sido despedidos anteriormente-.
A fines de octubre, al observar que las exigencias que se le habían impuesto a Grecia no serían cumplidas, los miembros de la Unión Europea acordaron que los bancos privados le condonaran la mitad de la deuda –alrededor de 100 mil millones de euros-. Sin embargo, Papandreu declaró que en enero del 2012 se realizaría un referéndum entre la población para determinar si estaban de acuerdo con las nuevas medidas y planes de ajuste. Los líderes europeos se vieron sorprendidos por esta reacción, y amenazaron que si el “No” triunfaba – las encuestas señalaban que el 65% de la población votaría así-, Grecia debería abandonar el euro –el 75% de los griegos quiere mantenerse en el euro-. Esto derivó en que el Primer Ministro griego fuera convencido de no realizar el referéndum, dimitiera y formara un nuevo gobierno de unidad con la oposición.
Aquí se abren dos líneas de análisis. En primer lugar, la injerencia de los líderes europeos –Sarkozy y Merkel a la cabeza- en los asuntos internos helenos, ya que cuando sus intereses se vieron en peligro amenazaron con dejar caer a Grecia. Pero a no confundirse, si bien quieren salvar a sus entidades bancarias, también se ven presionados por sus ciudadanos que destinaron su dinero a los fondos de pensión y a los cuales no se les devolvería el dinero. Aquí aparece otro interrogante. ¿Quién es culpable de que Grecia no pueda devolver los préstamos que ha solicitado, de su gobierno que ha gastado de manera indiscriminada por años o de las potencias europeas que prestaban sin saber realmente si Atenas podría devolverlo? Es una cuestión a debatir, que no tiene una respuesta clara. Depende de la óptica desde donde se lo mire, de la interpretación que se haga, un contexto similar se vivió en nuestro país en el año 2001 con respecto al FMI. Por lo pronto, los principales perjudicados serán los ciudadanos alemanes y franceses, y los griegos que deberán soportar la carga de los recortes.
En segundo lugar, se ha formado un nuevo gobierno griego de 100 días, ya que en Febrero habrá elecciones. Lucas Papademos, ex vicepresidente del Banco Central Europeo y ex gobernador del Banco de Grecia, ha sido nombrado como nuevo Primer Ministro. Esto surge fruto del acuerdo entre los dos grandes partidos, el socialista Pasok -hasta ahora en el Gobierno- y la oposición, el partido de centro-derecha Nueva Democracia, a los cuales se le sumó LAOS, un partido de extrema derecha. Un dato que no es menor: el nuevo gobierno fue elegido por el Parlamento, no por el pueblo, y la presencia de LAOS significa el regreso de la extrema derecha a Grecia desde 1974. Claramente se han decidido por un tecnócrata en aquella materia que es el gran problema a resolver: la economía. Igualmente deberá estar acompañado de una serie de medidas políticas y sociales para sostener a una población que ya se ha mostrado reticente a los ajustes tendientes a la austeridad, y la cual solicita aún más gasto público porque no pueden resistir más recorte. No parece que esto último vaya a ser así, porque el nuevo Primer Ministro se ha rodeado de más tecnócratas, los cuales tienden a olvidar un componente importante en la ecuación: el pueblo. Sin embargo no hay que ser demasiado severos, ya que la crisis económica se deriva de una crisis política, por lo que se tuvo que recurrir a los tecnócratas.
A las pruebas nos remitimos: Papademos reconoció, de acuerdo al diario El País, que si bien los ajustes habían empeorado la situación económica griega “(…) lo más urgente es salvar el plan del segundo rescate y lograr que Bruselas y el Fondo Monetario Internacional desbloqueen los 8 mil millones pendientes del primer plan de salvamento financiero, de 2010, para poder hacer frente a las deudas que vencen en diciembre. Este Ejecutivo interino también debe aprobar los presupuestos de 2012.” Por lo tanto Papademos buscará que el Parlamento vote los ajustes.
En cuanto al euro, el problema gira en torno a una palabra: desconfianza. Comúnmente cuando un país tiene problemas económicos internos, suele llevar a cabo una devaluación de la moneda, pero en el caso de Grecia esto no es posible, en virtud de que pertenece al euro. Volver al dracma permitiría a Atenas hacer devaluaciones competitivas para impulsar sus exportaciones que suponen el 10% del PIB, pero el golpe a la credibilidad del área de la moneda única podría desintegrar el euro. Los mercados interpretarían que se trata de un proceso reversible del que se puede entrar y salir, sin embargo, la Unión Monetaria Europea no prevé ningún mecanismo de abandono.
Sin embargo, un informe jurídico elaborado por el Banco Central Europeo advertía en el 2010 sobre los efectos de este un escenario similar al cual se está observando actualmente: una secesión voluntaria de la zona euro supondría también la expulsión de la Unión Europea, ya que todos los miembros de la Unión deben ir integrándose, de forma progresiva, a la Unión Monetaria, a excepción de Gran Bretaña y Dinamarca, cuya adhesión a la UE establece explícitamente una cláusula para no adoptar el euro en sustitución de su moneda nacional. Entonces, hoy por hoy, abandonar la Unión Monetaria (UEM) “sin una retirada paralela de la UE sería legalmente imposible”, concluía el informe.
Juan Ramón Rallo, economista español, ha señalado lo que se debería haber hecho desde un primer momento:
“(…) Grecia tendría que haber entrado en el euro pero no en el Banco Central Europeo. La diferencia es clave: en Kósovo usan el euro pero sus bancos no tienen acceso al BCE para refinanciarse merced a la deuda pública de este Estado; en Panamá y Ecuador emplean el dólar pero no pueden acceder a la Reserva Federal estadounidense. Grecia debió de haberse eurizado pero no como accionista del BCE, sino como una economía que acepta pasivamente una moneda externa sobre la que no puede ejercer ningún control”.
En definitiva, y siguiendo a Rallo, la crisis económica helena demuestra que los países del euro también quiebran a pesar de todos los rescates europeos que se aprueben; que las finanzas públicas italianas se parecen de manera inquietante a las griegas y si siguieran la misma senda el país entraría en la misma dinámica analizada; que la banca francesa, repleta de bonos griegos e italianos, podría hallarse en una situación delicada, y la solvencia de Europa depende de Alemania y de Francia.