La semana pasada analizamos la controversia en torno a las Islas Malvinas, en la cual concluía que: “(…) por el momento las negociaciones se vienen realizando en términos diplomáticos, primando –como dijera el ex embajador Carlos Pérez Llana- la razón por sobre la pasión. Y en estos carriles debe permanecer la discusión, ya que la Argentina tiene argumentos jurídicos e históricos sólidos, en marco de un debate complejo, mediante la cual ha desarrollado una política activa. Pero bien sabemos que la discusión no transcurre solamente en esos dos planos, sino que el plano político juega un rol fundamental, por lo que considero desacertado tomar medidas restrictivas -como suspender vuelos a las islas- que pueden argumentar un endurecimiento de las acciones británicas. Y la realidad nos marca que un país como el nuestro, que forma parte del G-20 -por lo tanto está considerado como un país emergente-, y por su posición geopolítica, no tiene otra opción que el reclamo diplomático. Recordemos que estamos hablando de un Reino Unido miembro del Consejo de Seguridad de la ONU , miembro de la OTAN , como así también de la Unión Europea y el G-8. Siendo el principal socio político en el mundo de los EEUU”.
Los kelpers: una cuestión fundamental de la controversia
Pero también advertíamos que existían ciertos componentes de la controversia que iban a ser difíciles de resolver, como era el caso de los kelpers. Justamente esta semana, dos medios declarados opositores al gobierno –los diarios La Nación y Clarín-, dieron lugar a una serie de columnas donde este tema se trataba. Los autores adoptaron una posición que podríamos denominar, por lo menos, polémica. Se observa como el concepto de Robert Putnam de “política interméstica” se cuela en el conflicto, ya que se entiende por interméstico a un problema externo o una decisión en política exterior –continuar con el reclamo de las Islas Malvinas- que tiene el potencial de alterar el equilibrio político o económico interno y de afectar intereses particulares al interior de la sociedad de un país. Por ejemplo, el investigador Marcos Novaro declaró en el diario La Nación que “(…) la cuestión Malvinas contamina no sólo la política exterior sino toda la política argentina”, una prueba más de que estamos frente a una materia de política interméstica.
La opinión de estos intelectuales fue presentada a través de un documento titulado “Malvinas, una visión alternativa”. Entre los firmantes se encuentran intelectuales como Beatriz Sarlo, Juan José Sebreli, Santiago Kovadloff, Rafael Filippelli, Emilio de Ipola, Vicente Palermo, Marcos Novaro y Eduardo Antón; de los periodistas Jorge Lanata, Gustavo Noriega y Pepe Eliaschev; de los historiadores Luis Alberto Romero e Hilda Sábato; de los constitucionalistas Daniel Sabsay, Roberto Gargarella y José Miguel Onaindia, y del ex diputado nacional Fernando Iglesias.
En el texto piden, entre otras cosas, que:”(…) se tengan en cuenta los derechos e intereses de los habitantes de las islas. (…) La opinión pública argentina está madura para una estrategia que concilie los intereses nacionales legítimos con el principio de autodeterminación sobre el que ha sido fundado este país. (…) Como miembros de una sociedad plural y diversa que tiene en la inmigración su fuente principal de integración poblacional, no consideramos tener derechos preferenciales que nos permitan avasallar los de quienes viven y trabajan en Malvinas desde hace varias generaciones, mucho antes de que llegaran al país algunos de nuestros ancestros. (…) se deben respetar el modo de vida, los deseos e intereses de los isleños, lo cual implica abdicar de la intención de imponerles una soberanía, una ciudadanía y un gobierno que no desean. (…) Necesitamos abandonar la agitación de la causa-Malvinas y elaborar una visión alternativa que supere el conflicto y aporte a su resolución pacífica”. (La Nación , 2012)[1].
En este caso en particular, estoy en desacuerdo con los argumentos esgrimidos por los intelectuales, los cuales se han ganado la crítica tanto del oficialismo como de la oposición. Mi posición –como he dejado demostrado en distintas columnas- no es de oposición al gobierno nacional, pero si es crítica. Por ejemplo, cuando analizamos el tema de Aerolíneas Argentinas. Sin embargo, para la cuestión de las Islas Malvinas, he dejado en claro que la gestión ha sido sumamente positiva.
Concuerdo en que se debe tener como única alternativa la solución pacífica del conflicto, pero en ésa dirección está trabajando el gobierno nacional. Saludo que se abra el debate y se planteen distintos enfoques pero críticas sinsentido como ésta, no aportan nada al objetivo de nuestro país, y pueden mostrar fracturas que no son tales. Nuestro país debe propender a un desarrollo económico sostenible, el cual le permita establecer una serie de alianzas estratégicas a nivel internacional, y allí iniciar una política de seducción hacia los kelpers. No será una tarea sencilla en el contexto actual, pero bien vale el esfuerzo.